Así vivían los primeros cristianos
La sociedad actual entiende comúnmente por «religión» una serie de exigencias en relación a la conducta: cosas que hay que hacer y cosas que se deben evitar. Este entendimiento está centrado básicamente en actos y obligaciones rituales que tienen que ver con los sacrificios, los altares, los santuarios y el cumplimiento de ciertos días del mes o año. Sin embargo, en un análisis concreto de cómo vivían los primeros cristianos[1] descubrimos que el cristianismo rompía algunos moldes (religiosos y culturales), y hacía énfasis en «la praxis social y de conducta» basada en el compromiso de los seguidores de Cristo. Es decir, la «religión», como se definía en los primeros siglos e incluso hoy — dice Larry W. Hurtado — incidía en lo que llamaríamos «ética», «mandamientos», «comportamiento» o «conducta».[2] Característica novedosa del movimiento cristiano.
Novedad religiosa de los primeros cristianos
Las exhortaciones del cristianismo supusieron un gran distanciamiento de lo que la gente del primer siglo entendía por «religión» en dos aspectos. Primero, el distanciamiento del ambiente religioso de la época, conformado por un mercado de dioses, sacrificios y culto a los ídolos; toda labor cotidiana del hombre giraba en torno a la lealtad a los dioses y los sacrificios realizados. Segundo, el distanciamiento de la vida moral romana. El cristianismo planteaba en sus enseñanzas la esclavitud, la sexualidad, el rol de la mujer, la posición social de los niños, etc., con una visión nueva y renovada. Esto hizo del cristianismo primitivo «un novedoso proyecto social»,[3] catalogado como «extraño en un mundo transitorio».[4]
Ante esta novedad cristiana, el joven movimiento supuso la proclamación de un Dios («el Padre») y un Señor, Jesucristo, (1 Co 8:6) y el compromiso con una nueva forma de vida (Gá 3:28). Esto revela que la conversión conllevaba un cambio total de lealtades y una modificación radical de la conducta. Este grupo de judíos y gentiles, que siguieron el mensaje de Cristo, se comprometieron a construir un mundo nuevo con sus ideas, imágenes y su organización de vida; entrarían en un proceso posterior de transformación masiva de la cultura mediterránea y de Europa.[5]
El título «así vivían los primeros cristianos» podría suponer una añoranza o una visión refrescante para el cristianismo actual. Es común escuchar que la iglesia «debe» ser como la iglesia primitiva, sin entender a cabalidad lo que significa ser cristiano del primer siglo en relación al tiempo e historia. Lo cierto es que la iglesia del primer siglo supo subsistir en un mundo lleno de dioses (K. Hopkins) y vivir una identidad diferente con miras a una nueva forma posible de vida humana (Hurtado).
Lo cierto es que la iglesia del primer siglo supo subsistir en un mundo lleno de dioses (K. Hopkins) y vivir una identidad diferente con miras a una nueva forma posible de vida humana (Hurtado).
Implicaciones para el cristianismo de hoy día
A la luz del resumen anterior es posible ver algunas implicaciones para el cristianismo actual. La confesión del novedoso movimiento cristiano revela la unidad de vida en materia religiosa. Santiago, el hermano de Jesús, en su carta describe la «religión» en dos segmentos de una misma unidad. En 1:26–27 presenta la incorrecta (1:26) y la correcta (1:27) manera de adorar[6] representada en la confesión vana de algunos que creían en verdad ser religiosos.
Para Santiago la confesión de alguien como religioso solo era posible en la vida visible, por eso remarca el peligro de la lengua como la posibilidad del engaño, haciendo de la religión una religión vana. Esto hace eco de Mt 6, donde Jesús reiteradamente enfatiza que la vida verdadera es aquella que está en lo secreto, haciendo ver que el error propenso de la gente es exteriorizar una religión, que de fondo, es vacía.
Lo mismo prosigue en el v. 27, donde la religión pura e intachable se manifiesta en el servicio y en una conducta conservada ante el mundo. Claramente se ve que había una actitud radical de conservarse del mundo, pero también era notoria la manifestación revolucionaria de sus valores en la vida concreta, en ética y comportamiento. No es posible seguir pensando la religión reducida al yo, es decir, a una vida intachable ante Dios, si esta no es intachable también en el quehacer para con el prójimo. Solo una religión que hace posible su lealtad con Dios y se refleja en la vida cotidiana, en relación al prójimo, es digna de recordarse. Así vivían los primeros cristianos y así debe acontecer la vida verdadera (Jn 1:12–13).
[1] Rafael Aguirre, ed. Así vivían los primeros cristianos: Evolución de las prácticas y de las creencias en el cristianismo de los orígenes (Estella: Verbo Divino, 2017).
[2] Larry W. Hurtado, Destroyer of the gods: Early Christian Distinctiveness in the Roman World (Waco: Baylor University Press, 2016), 154–155.
[3] Ibíd., 181.
[4] Cf. Heikki Räisänen, El nacimiento de las creencias cristianas (Salamanca: Sígueme, 2011), 435–460.
[5] Cf. Wayne A. Meeks, Los primeros cristianos urbanos (Salamanca: Sígueme, 2012).
[6] Nelson R. Morales, Poor and Rich in James: A Relevance Theory Approach to James´s Use of the Old Testament (Pennsylvania: Eisenbrauns, 2018), 108–109.
Por Walfre N. García, Publicado originalmente en Instituto Crux (institutocrux.org)